La violencia machista está
batiendo records negativos en el comienzo de este 2012. Es difícil diagnosticar
la causa última de esta vergonzosa eclosión. Será por la crisis económica, por
la falta de futuro, por la ausencia de trabajo o por todas estas juntas, pero
lo realmente evidente es que esto no es más que la continuidad de un problema
de una dimensión enorme.
Anthony Giddens atribuye la
desigualdad de género y todas sus consecuencias a un sistema de relación
desigual entre el hombre y la mujer, llamado patriarcado. ¿Ha muerto el
patriarcado? Parece una evidente temeridad afirmar que este patriarcado ya no
existe, cuando desde el año 2003 más de 600 mujeres han sido asesinadas
vilmente a manos de sus compañeros. Esta es la era 2.0 del patriarcado, donde
una sociedad que ya no reduce en términos mayoritarios a la mujer a “sus labores”, la condena de facto a
vivir con miedo a la persona de la que se enamoró. Y de paso es de ley incluir
la exhibición de la mujer en terrenos publicitarios, encorsetándola como un
mero objeto. Pero eso es harina de otro costal.
El asesinato de Estrella en Jaén,
demuestra la impotencia ante la incapacidad de las instituciones para detener
esta lacra. La mujer no denunció, pero recibía constantes amenazas de su marido,
según palabras de personas cercanas a la víctima y acudió un par de veces a
recibir ayuda psicológica. ¿No es capaz la sociedad civil de actuar de oficio
si hay sospechas fundadas?
Lo que nos queda es desolación y
vidas segadas por preceptos que deberían haber quedado en el caminar de la
historia. Nadie da con la tecla para evitar este rancio machismo y con mayor o
menor interés, las instituciones y la justicia no centran sus políticas de
igualdad en acabar con ella. En todo caso a maquillarla y a colocar botones
como las leyes de paridad.
Periodismo de Análisis y de Opinión, 3º, 2012.
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