jueves, 28 de junio de 2012

El tiempo, ese gran tirano


Por Raúl Vega

Título: Tres veces 20 años.
Dirigida por: Julie Gavras Intérpretes: William Hurt, Isabella Rosseliini, Dorreen Matle, Kate Ashfield.
Nacionalidad: Francia Duración: 88 min. Género: Drama romántico.

El tiempo es una de esas pocas cosas que escapan del control humano. Podemos matizarlo, utilizarlo, aprovecharlo o desperdiciarlo, pero nunca podremos controlarlo. Él pasa lento y aburrido para unos, acelerado y trepidante para otros, pero no se detiene a nuestro andar. Ese palpitar incesante y fuera de nuestro dominio, nos determina formas de ver la vida, nos presenta ante nuevas situaciones y nos hace recapacitar sobre lo que dejamos atrás. “Tres veces 20 años” es una oda al paso del tiempo y cómo ese caminar puede suponer una desesperación ante lo ya pasado y que no volverá.

Julie Gravas, que sorprendió con su film “La culpa la tiene Fidel”, ofrece con más altos que bajos, un torrente de sentimientos naturales cuando la vejez se acerca. Los dos protagonistas lo atajan con distinta actitud: Mary (Isabella Rossellini) la acepta con deportividad y se prepara para el declive de su vida, mientras Adam (William Hurt) no lo tolera y cree que la receta para superar esa vejez, es estar continuamente activo. La directora francesa plantea una dualidad excesivamente radical. Sin atender a la conocida máxima de Aristóteles de que “en el término medio está la virtud”, Gravas condiciona la vejez a un mundo paranoico en el que el ser humano tiene que sufrir una crisis de valores inevitable. Pero ¿quién no se ve representado en los dos personajes principales?

“Tres veces 20 años” nos regala  humanidad. Y eso es así, porque el miedo es humano, porque las dudas son humanas, porque la vejez es humana y porque el recuerdo es también humano. El espectador disfruta de las vivencias de este matrimonio y su familia, porque Gravas consigue ser un espejo en el que todos podemos mirarnos y reconocernos ante él. Es destacable también la elegancia de las situaciones y la brillantez de los diálogos.  

jueves, 21 de junio de 2012

Bentejuí rescatado de la memoria*


Por Raúl Vega

Título: Ansite.
Dirigida por: Armando Ravelo Intérpretes: Iriome del Toro (Bentejuí), Ruth Armas (Guayarmina), José Antonio González (Faya), Maykol Hernández (Fernando Guanarteme), Antonio de la Cruz (Aja).
Nacionalidad: Canarias Duración: 27 min. Género: Histórica.

La consideración a la historia antigua de Canarias no suele tener término medio. O genera el desprecio más absoluto, por pensar que ese pasado es bárbaro, falto de glamour, inútil o atrasado o por otro lado, es un reclamo continuo para idealizar sus formas de vida, dándole un halo mítico y casi mágico. “Ansite” consigue interesar a los primeros y contentar a los segundos, con ingredientes sumamente atractivos y sin ser ni una cosa ni la otra.

“Ansite” exalta el heroísmo de Bentejuí y de los alzados que resistieron en esa fortaleza sureña, pero no cae en el revanchismo fácil de hundir la figura del “traidor” Fernando Guanarteme. El film de Armando Ravelo en cambio, emociona. Un pueblo perece ante el asedio de los conquistadores y se ven en la difícil disyuntiva de alimentarse o resistir, de obedecer a su antiguo guanarteme o al nuevo y valiente defensor de la isla, de cambiar de modo de vida o vivir como habían vivido desde hacía siglos. Es fácil encoger el corazón al ver al gigante Aja con lágrimas en los ojos e inmune a una piedra lanzada por Bentejuí, al ordenarle el guanarteme que vaya con los conquistadores. Antonio de la Cruz inunda la pantalla, con una interpretación absolutamente arrolladora.

Ravelo muestra una historia sucedida en Canarias y hecha en Canarias. Sin embargo el espíritu de la película es mucho más universal, sin caer en el desprecio a lo autóctono y el acercamiento a las teorías de la globalización, en la que caen algunos desfasados “ciudadanos del mundo”. Cada minuto de la película muestra un sentimiento comúnmente humano: aferrarse a su tierra, a su espacio y a su forma de vida, arrebatada por la violencia de un poder extranjero. La identificación del espectador con la historia es instantánea, independientemente de donde proceda.

El director del cortometraje, que aspira convertirse en largo, no se cansa de comentar el compromiso de todo el plantel de la película. Habría que añadir a esa implicación, la calidad de su equipo técnico y artístico. Impactante es la moderada tristeza que muestra Maykol Hernández en el papel de Fernando Guanarteme. Hasta los más acérrimos críticos del firmante del Pacto de Calatayud, se enternecerían ante la evidente preocupación que desprende el personaje. Iriome del Toro por su parte, presenta el perfil idóneo de un héroe de película épica y encarna a un Bentejuí preocupado ante la inminente derrota de su pueblo.

El film de Armando Ravelo es un auténtico regalo para un pueblo condenado a la amnesia colectiva. Recordar en Canarias es un ejercicio de sublevación y más si puede generar puntos de vista a los que no nos han enseñado a atajar. Nos hablaron de Alonso Fernández de Lugo y nos ocultaron sus matanzas, nos expusieron como figura victoriosa al lejano Cid Campeador o nos llegaron historias de luchadores épicos como el escocés William Wallace. Pero pocos fueron los que nos resaltaron historias de indígenas como Bentejuí, un héroe canario que prefirió morir a someterse.

* Extraído del libreto de la Iª Ruta de los Alzados.

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