La
identidad de un pueblo no se puede confundir con un pan untado en chorizo, con
unas papas arrugadas con mojo o con una forma de hablar, exagerando un acento.
El término engloba cuestiones mucho más profundas, que no es objeto desentrañar
en este escrito. Si el Ayuntamiento de Telde quería mostrar identidad con el
llamado “Mercado de los Llanos”, puesto en marcha en el barrio de San Gregorio
los días 16, 17 y 18 de noviembre pasado, mordió en hueso.
Foto de Daniel Ojeda. Fuente: Teldeactualidad |
A las pruebas me remito; no hay mayor ataque a un artesano
tradicional que mezclarlo con alimentos del país, con bisuteros y baratijas. La
confusión es habitual, pero por ello no deja de ser sangrante. Una persona que
hace bisutería quiere vender, aunque sus productos no sean de calidad; un
artesano ejerce un oficio tradicional y rescata objetos muebles para labores
que en algunos casos están casi en desuso. Es una labor etnográfica, una
herencia para conocer cómo se vivió en estas islas y una invitación a no perder
todo este legado en el futuro. Con todos los respetos al bisutero o al vendedor
de alimentos, desde luego muy dignos, la artesanía debe estar separada e
identificada claramente de lo que es “la venta por la venta” o “el olor a
chorizo y aceitunas”.
Hace más de una década, la ciudad de Telde se engalanaba
cada noviembre en su fiesta de San Gregorio. Acudían cuchilleros, latoneros,
cesteros, alfareros, bordadoras, caladoras, etc. Eso sí eran ferias de
artesanía tradicional. La distinción con los actuales “mercados”, era más que
evidente. Ahora los pocos artesanos tradicionales que están esos días por la
ciudad de los faycanes, luchan por distinguirse en la marea de baratijas.
Productos de mala calidad y fabricados en serie, comerciados muchas veces por
unos pseudo-artesanos, que han dejado de ser tradicionales (si alguna vez lo
fueron), para convertirse en meros mercaderes. Unos y otros se repiten año tras
año, fomentando la imagen clientelista que dan las instituciones teldenses.
La poca afluencia de gente, puede interpretarse como
indicador de la mala salud de este “mercado”. Las ferias de artesanía más
tradicionales que se mantienen en Canarias, cuentan con mucha mayor
participación de curiosos y compradores. Claro que para afirmar que la falta de
respeto a los artesanos es el motivo de que las calles de San Gregorio
estuvieran casi vacías, habría que hacer un estudio de campo. Lo verdaderamente
evidente es el flaco favor que le hace el Ayuntamiento a los artesanos,
rebajándolos a meros vendedores. Y de paso también denigra la cultura canaria.
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